Mi relación con la lactancia no ha sido de la más felíz. Aún siento algo de envidia de aquellas mamás que amamantaron y amamantan como si sólo les bastase abrir la llave del agua y ya. Fluye, fluye.
No fue mi situación. Mi hijo Anibal, el mayor que hoy tiene 4 años nació prematuramente a las 32 semanas, después de una semana de haber estado yo hospitalizada con una preclamsia que empeoró y ya no quedó más remedio que realizar una cesárea. Anibal estuvo 32 días en el hospital después de eso, esperando que tuviera el peso de al menos 2 kilos para poder llevarlo a la casa...y yo no tenía nada de leche. Nada de nada, como a los cinco días algo apareció. Comenzó mi peregrinación hacia el hospital para llevarle lo poco que me salía y para sacarme un poco más ahí mismo y se lo dejaba. La mezclaban con leche de fórmula para completar la cantidad que requería. Que frustrante. veía las otras mujeres sacando cantidades industriales de leche y más tristeza tenía.
Antes de su alta, todavía no tenía buen apego al pecho, asi que le dejaron con la fórmula también luego de cada amamantamiento. Estaba estresada de tanta pregunta acerca de por qué no le daba sólo pecho. Anibal siempe tenía hambre.
Fueron tres meses más de la leche combinada hasta que pude darle sólo leche materna y asi fue hasta que cumplió los 8 meses que nuevamente tuve que darle otra leche porque ya no quizo más de la mía. En total sólo cinco meses de exclusiva lactancia materna.
Con mi segundo hijo, Altair, de ahora 1 año, que también fue cesárea, fue parecido, pero mejor, aunque también estuvo con leche combinada desde el mes de vida porque no subía de peso.
Que me pasó? Que pasa con mi leche? Ya no sabré.
Me habría gustado poder disfrutar de esa acción amorosa y que da vida de la que muchas mujeres se enorgullecen, por más tiempo y en abundancia.
Que maravilla dar alimento sin sufrimiento.
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